Sean y yo siempre contamos que nos conocimos a medio camino entre España y California. Coincidimos en un campo de trabajo internacional en el sendero de los Apalaches, New Hampshire, en la costa este de los Estados Unidos. A pesar de que en esos años no teníamos internet, ese americano hippy de pelo largo causó una enorme impresión en mí y seguimos en contacto unos años más (por teléfono, carta, algún viaje…) hasta que una maleta enorme y yo nos fuimos a vivir con él a la maravillosa ciudad de San Francisco.
En 1997 nos mudamos al norte de España para pasar algún tiempo con mi familia y viajar por Europa. Al principio nos fuimos manteniendo con distintos trabajos, viviendo en una casa prestada casi sin muebles y viajando en cuanto teníamos la más mínima oportunidad. Al llegar nuestro primer hijo y el fin de nuestra vida bohemia apareció el Hotel Tikar. Cuando descubrimos Garrucha en el año 2000 nos enamoramos del Mediterráneo, del paseo marítimo y de la vida en un pueblecito junto al mar. Y la idea de volver a los Estados Unidos quedó pendiente.
Empezamos creando un lugar cómodo y relajado como los que habíamos visto en nuestros viajes, con flexibilidad en los horarios, un lugar en el que uno se siente cuidado y como nos confiaba un huésped, “mejor que en casa”.
En un principio, sabemos que nuestros clientes vienen a comer, a beber, a dormir… sin embargo, en cuanto entran por la puerta, el hotel les atrapa. Les sorprende la recepción llena de cuadros y color, las habitaciones amplias y suelos de madera, descubren la intimidad del restaurante y la calma de los sofás del bar. En el jardín, nuestro pequeño oasis, ya sienten que el hotel es mucho más. Nuestros huéspedes nos dicen que este es su lugar secreto, el lugar donde se relajan, disfrutan de cada bocado y comparten con los mejores amigos. Al final, regresan a sus vidas con grandes recuerdos y pensando en volver.
Esperamos que te animes a conocernos y te dejes atrapar por la tranquilidad, los colores y la intimidad del Hotel Tikar.
Beatriz y Sean